martes, 1 de diciembre de 2015

Un barco repleto de historias - Suburbano Ediciones

Un barco repleto de historias - Suburbano Ediciones


Fernando Clemot es un autor con una notable experiencia en la construcción de tramas y relatos. No en vano, además de los libros de cuentos Safaris inolvidables (2012) y Estancos del Chiado (2009), y de las novelas El libro de las maravillas (2011) y El golfo de los poetas (2009), tiene una larga experiencia enseñando en talleres literarios y es autor de un ensayo de narrativa creativa: Cómo armar y desarmar un relato (2014). Ese bagaje se observa a la perfección en su última novela: Polaris (Salto de Página, 2015). Para decir la verdad de mi experiencia lectora, hacía tiempo que no leía un texto en donde la información que se da al lector estuviera tan medida. Se nota que Clemot es un maestro del suspense, esa intriga que mantiene al lector en vilo hasta el final.

La novela, dividida en doce capítulos, se estructura mediante una serie de interrogatorios, principalmente al doctor Christian, un médico noruego embarcado en el buque Eridanus por motivos profesionales, pero aparecen interrogatorios a otros personajes a modo de contrapunto. Cuando se habla de una narración que tiene lugar en un barco y de suspense, inmediatamente viene a la memoria el nombre de Joseph Conrad, y la verdad es que se observan muchos paralelismos entre la novela de Clemot y El corazón de las tinieblas. Si bien en este caso el autor nos describe lo que puede suceder en un infierno blanco, cercano al Polo Norte, también nos enfrentamos al drama interior del ser humano, plagado de traumas y episodios que es mejor silenciar.

Por el uso que el autor hace del estilo directo, sin comillas ni guiones, lo que le proporciona al texto una atmósfera asfixiante, junto a la estructura del relato, en donde a través de las confesiones de Christian y otros personajes se engarzan pequeñas historias dentro de la historia general, además de las continuas referencias a la segunda guerra mundial, el libro también me ha recordado a la obra de W. G. Sebald, aunque desde una perspectiva mucho más psicológica y, porque no decirlo, absurda. Pues del carácter no fiable de Christian, del que se van descubriendo poco a poco su pasado nazi y sus traumas infantiles porque “el dolor y la memoria discurren siempre por un único conducto, como la orina y el semen” (134), se desprende una atmósfera mucho más kafkiana y subjetiva que la que solía utilizar el narrador alemán en sus historias.

Este tono absurdo resulta fundamental para comprender el entorno global en el que se desarrolla la acción, la gran metáfora de esta novela. En medio de un hecho trágico e incierto, nos encontramos frente a una tripulación global (sirios, peruanos, nórdicos, estadounidenses) en un buque que no se sabe muy bien adónde se dirige ni qué misión tiene más allá de las órdenes de La Central. Una críptica organización que es la dueña de las vidas de sus trabajadores y ha sustituido a Dios en un nuevo orden global sin ideología pues, como él: “escribe recto con renglones torcidos” (35) y sabe que muchos piensan que “[E]l hombre es en esencia un esclavo, necesita su amo, su redentor” (111), que es en buena medida la clave de la intriga. La Central es una entidad que se desempeña sabiendo que “lo mecánico y lo racional son la medicina de la angustia” (91), y que ha mandado a dos investigadores, Vatne y Dot, para desentrañar lo sucedido. Una perfecta metáfora del mundo contemporáneo, con los traumas que la han engendrado y las dinámicas que la están llevando a la deriva. La acción tiene lugar en 1960, pero bien podría suceder ahora mismo, lo que demuestra que para construir un relato que podríamos tildar de ciberpunk o de conspiranoia, no es necesario hacer florituras estilísticas o de formato, ni siquiera situar la acción en el futuro. Basta con una buena metáfora y un relato profundo como el que nos encontramos en Polaris. Una narración que te deja sin aliento en muchos momentos, sobre todo al final cuando descubrimos todo lo que se esconde tras el Polaris, ese buque naufragado que busca la tripulación del Eridanus, tras “el condenado experimento de los sueños” (152), y tras La Central. Y también que “la nueva civilización se basa en el miedo, en lo colectivo, en lo universal, y no hay nada más humano y universal que el miedo” (178). Pero no les revelaré ese descubrimiento. Permítanme que les emplace a la lectura de esta magnífica novela.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Paz Soldán: El noqueador - Nagari Magazine



Julio Cortázar afirmaba que si en la novela se debía ganar el combate a los puntos, en el cuento se tenía que vencer por knock out (KO). Si esto es así, y sabiendo como sabía el bueno de Cortázar de relato y de cultura popular, pondría la mano en el fuego por él. Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es un noqueador nato. No hay más que leer el remake que hace del famoso cuento del propio Cortázar: “Casa tomada” en la colección de relatos que le acaba de publicar Suburbano Ediciones con el título de Los otros.

Porque, tal como indica la promoción del libro, se trata de eso, de versiones y homenajes de Paz Soldán, que es un consumado cuentista, además de haber publicado grandes novelas como Iris, libro que me encandiló. Y ahí aprovecha el autor boliviano afincado en Ithaca (NY) todos sus recursos para laurear su panteón literario particular. Como el excelente noqueador que es, no le da respiro al lector desde el primer asalto, que se titula “Dolores” y, como el lector ya intuye, es una pieza dedicada a Vladimir Nabokov que te deja sin aliento en solo tres páginas. Y lo vuelve a derrotar a uno al final, con una pieza dedicada a Borges como es “La Odisea”, que no podía faltar en un texto de estas características, por gran cuentista y por plagiador universal. Más sutil es “Fran,” el relato dedicado al “escritor norteamericano de ciencia ficción, cuatro letras” (¿pongamos Dick?), que se nutre de las mismas paranoias de las que se nutría el autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

La ciencia ficción de hecho, puebla muchas páginas de este libro, porque aquí aparecen otras muestras del proyecto de construcción de un universo en donde se mezclaba la ciencia ficción con otras tradiciones literarias más propiamente latinoamericanas, del que he hablado ya otras veces, y que inició el autor con la mencionada Iris y el relato “Luk”. Aquí aparece “Temblor del cielo”, dedicado a Guimaraes Rosa y que narra precisamente la historia de Rosa, una niña con poderes paranormales, y en el relato dedicado a Theodor Sturgeon: “El tembleque,” que narra el final de una vida de una forma sorprendente, y que, como Iris, recuerda más a los conflictos que tienen lugar en estos momentos en Medio Oriente, que a un mundo fantástico, aunque el universo de la ciencia ficción de Paz Soldán quede bien delimitado. Con estas estrategias, el combate del noqueador se desplaza a las cantinas que poblaban las primeras películas de Star Wars.

Pero el libro no es ajeno a otros géneros Así, el lector se entretiene con los distintos registros y los distintos rivales que encuentra en los relatos. No le queda claro si “Bernhard en el cementerio” está dedicado al propio Bernhard o a su excelente traductor en castellano, Miguel Sáenz, tal como apunta el propio Paz Soldán. Pero sí es meridiano que el homenaje a Calvino en “La ciudad de los mapas” resulta una extensión de Las ciudades invisibles, porque el que combate sabe quiénes son los grandes maestros de la narración breve, los noqueadores que llegaron antes que él.

He dejado para el final a Onetti, un maestro de las bajas pasiones y del noqueo al que Paz Soldan le dedica “El infierno más temido”—aunque la historia no transcurre en la Santa María imaginaria de Onetti sino en la Cochabamba natal de Paz Soldán—y el cuento que más me ha gusta, que no es otro que “El croata”. Ese relato, como el de Dick, no tiene dedicatoria explicita, pero dejen que me arriesgue y afirme que está dedicado al último gran maestro de las distancias cortas: Roberto Bolaño. Y, como se trata de hablar de virtuosos del noqueo, su juego de pies y su forma de zafarse, no me pregunten las razones de mi elección más allá de dos: 1) el juego referencial a Onetti que Bolaño siempre ocultó pero que Fresán ha referido públicamente; 2) la construcción artesanal, el juego de dualidades, el trabajo con la baja cultura y los desencuentros amorosos que estructuran el relato. Porque prefiero no entrar en la intimidad de los últimos días del gran escritor chileno aunque, como en la buena literatura, sea de forma figurada. Eso mejor que lo descubra el lector disfrutando de los asaltos que nos brinda Paz Soldán.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Campo minado de valores - Suburbano

Campo minado de valores - Suburbano


Leo Campo Rojo, de Ángel Gracia, publicado por la editorial Candaya, y cuando descubro que el narrador protagonista pretende engañar a sus compañeros de clase diciendo que su padre tiene un Seat 850 (17) y que los muchachos de la escuela consideran que los niños que van al colegio de los Escolapios, en la periferia de Zaragoza, son unos “mariquitas” (23), me reencuentro de golpe con mi propia autobiografía y mis recuerdos de la infancia. No solo por la cita del libro de lectura Senda de la primera página, también por una infancia recorrida con el 850 de mi padre mientras iba a estudiar a otro colegio de mariquitas del barrio, en este caso de la Sagrada Familia y en la periferia de Barcelona. Una combinación difícil en una escuela donde todo el mundo alardeaba de dinero y en la que un coche como el nuestro no vestía mucho entre los ricos del barrio. Por suerte y por desgracia, la situación duró hasta la siguiente crisis económica, en que mi padre no pudo pagar más el colegio de “mariquitas” y tuve que ingresar en el colegio público en el que me esperaban los chavales con la misma condición social que yo. No conservo a ningún amigo de mi primera escuela. Aún me veo con aquellos chavales del colegio público. Así que comprenderán que esta novela me ha llegado al fondo. Me ha supuesto conocer de primera mano algo parecido a lo que eran las vivencias de los que luego fueron mis amigos.

Permítanme por tanto que no utilice la teoría literaria para escribir sobre esta novela, sino la pura y simple experiencia lectora de un libro que me ha gustado mucho. A fin de cuentas, esa es la estrategia retórica principal del autor: la sencillez. Una sencillez que le mueve a utilizar viejas palabras coloquiales que ya creía olvidadas y sustituidas por la jerga actual, como sabihondo, cuatroojos, marisabidillo o mecagoendios. Y eso pese a tratarse de un poeta que cuando quiere maneja el tono poético a su antojo como cuando afirma “El cielo se ha incendiado” (39) o “unas ojeras muy oscuras debajo de los ojos. Nubes grises llenas de lluvia.” (255)

Así que podemos considerar que la sencillez es una decisión deliberada del discurso del narrador, un narrador en segunda persona del singular que arranca de una forma terrible: “Tiemblas” (9), y que utiliza ese recurso para tomar distancia con esos recuerdos que nos va a relatar, y que estructura en la primera parte en torno a una decisiva excursión escolar. Podría hablar aquí de Goytisolo y el uso que también hace de la segunda persona para hilvanar un relato memorístico, pero he prometido no utilizar la teoría literaria para hablar de este texto, así que como el narrador tiene unas intenciones muy distintas de las que tenía Goytisolo cuando utilizaba la segunda persona permítanme de nuevo que me centre en las razones del autor de Campo Rojo.

Existe una tensión indudable entre el narrador y la apuesta estética del autor implícito. Un narrador obsesionado por la forma cuando la maestra repite de forma incorrecta “callaros” una y otra vez; que ante la excelsa dicción de un compañero afirma: “Odias tanta perfección pero lo escuchas embelesado” (152); que puede suspender la narración reflexionando sobre la palabra “pasmarote” (98); y que se sorprende cuando descubre que las palabrotas también se encuentran en el diccionario. Una tensión que podría resumirse con la frase: “Follar. Un palabro masculino, pero también una palabrota femenina.” (180) Pero que no es óbice para que el autor implícito sepa que esa es la única apuesta posible para describir el puente de la autopista que va a Barcelona o el Campo Rojo que preside la novela. En definitiva, la estética del cardo que se desarrolla en la página 80 del libro. Un recurso que permite utilizar las repeticiones para describir sin melancolía la crudeza de aquellos años, y también las complejidades humanas, como la relación del narrador con los padres. También el uso de la sátira y la ironía en una espontaneidad que te arranca la carcajada en más de una ocasión, como cuando el narrador habla con los dos policías y sentencia “Seguro que follan” (228), espontaneidad que sería imposible sin esa segunda persona.

Sin embargo, también se observa una segunda tensión a partir de ese humor al percibir un tono de culpa en la feroz autocrítica que el narrador ejerce consigo mismo (por ejemplo, cuando se le rayan las gafas recién compradas [38]), culpable por su necesidad de pertenecer a un grupo de chavales a los que odia y que le va a llevar a desarrollar su propia violencia. De hecho, la violencia está muy presente en todo el texto. La encontramos en los maestros. En el capitalismo que resalta las diferencias económicas de los que visten desgraciadamente en SEPU frente a los que no, estos últimos, los que tienen coche y apartamento en la costa. En el machismo imperante en los diálogos de los muchachos. Y en las elipsis que permiten narrar de forma no explícita esa violencia cuando ya es irremediable. Todo eso es lo que, pese a la ironía, hace que el narrador protagonista se mueva al final con los códigos de violencia adquiridos en la ciudad para relacionarse con otros chavales (los muchachos del pueblo al final del libro), y con su perro, pese a ser su fiel amigo. Suerte que de manera sorda, esa complejidad paterno-filial sigue recorriendo en paralelo la trama para, de una forma sorda, acabar transformando una historia de violencia adolescente en una novela de valores.

martes, 6 de octubre de 2015

El Miami de Hernán Vera - Nagari Magazine

El Miami de Hernán Vera - Nagari Magazine



Para que una ciudad empiece a ser considerada como ciudad literaria, requiere de una serie de personajes de ese ámbito que le concedan cierta alma. Estoy pensando en la Barcelona de Enrique Vila-Matas, el Buenos Aires de César Aira, o el Montevideo de Mario Levrero. Miami, que es una ciudad literaria solo en ciernes pese a los muchos esfuerzos de los creadores culturales que viven aquí, está empezando a poblarse de estos personajes. Déjenme hablarles de uno de ellos que lleva más de diez años transitando la ciudad. Lo hace en bicicleta, o sino mediante la aplicación Uber porque, sorprendentemente en esta ciudad, Hernán Vera Álvarez, nacido en Buenos Aires en 1977, no tiene carro. Ya solo esa característica le daría al personaje un matiz peculiar. Si tenemos en cuenta que Vera es la única persona de esta ciudad con la que solo, y digo solo, hablo de literatura, de libros, de autores, de sellos, cuando me lo encuentro, comprenderán que en este periodista, escritor y dibujante hallamos un verdadero animal literario de Miami, quizá uno de los primeros que poblaron estas calles y que recorrió todos los estratos del emigrante hispano.

Grand Nocturno, el último libro de relatos de Hernán Vera, publicado por Suburbano Ediciones, es a la vez un retrato del panorama cotidiano de los hispanos que habitan la ciudad de Miami y una apuesta arriesgada en lo formal. Un texto arriesgado por el trabajo que Vera hace con el español de Miami, muestra de su buen oído. Pero sobre todo, por los juegos que hace con la estructura de los relatos: la fragmentariedad de los testimonios de los testigos que nos desvelan lo que ocurre en “¿No sabías?”; el velado homenaje a John Kennedy Toole en “Una soledad tropical”; la poesía urbana de “Nevada 77”; la página en blanco de “Historietas”; o el riesgo estructural formal del relato más ambicioso “Una extraña felicidad—llamada América—“, por dar algunos ejemplos.

Sin embargo, detrás de esos experimentos formales existe una conciencia por retratar la vida cotidiana de las almas que se cruzan por las calles de Miami y hablan en castellano. Muchas veces con gran lirismo: “Había decidido trabajar los fines de semana, cuando la gente sale a depositar algo parecido a su deseo –que ha mantenido aplacado como una fiera con bozal durante los días laborales–, en cualquier lugar.” (31)

En la prosa de Vera encontramos frases en inglés o en Spanglish:
“Me sigo enojando por las mismas cosas de siempre, ya ves, aunque ahora tengan otro color, estén mejor envasadas y tenga que decir yes, Sir, thank you, pronunciando las palabras de una manera que a veces ni yo entiendo, sin olvidar la th como un zapato, tanto que doblo la boca y se me quedan mirando los gringos como si hubiera salido recién de no sé qué tribu.” (50-51)
Pero el idioma protagonista de los personajes principales de estas historias es el español. Así, utilizando los recursos que le dan sus múltiples lecturas, Vera nos muestra en Grand Nocturno su imagen del Miami de habla hispana. Una memoria en español de la ciudad, como encontramos en el recuerdo del último huracán que asolo la ciudad y que volvió a ese imaginario urbano hace apenas unas semanas:

“A las 7 de la mañana Wilma tocará el suelo de la Florida. Su intensidad: categoría 1. A mí los huracanes ya me tienen cansado. Toda esas alarmas de una aparente catástrofe, la gente sellando las ventanas de sus casas con tapas de metal y madera, las largas colas en los supermercados y gas stations, los servicios que amenazan con aumentar las tarifas si sucede lo peor (de todas maneras las suben, siempre encuentran alguna excusa), todo eso que no irá a servir de nada ya que con la naturaleza no se puede, es imposible llegar a un acuerdo.”

viernes, 18 de septiembre de 2015

Roberto Arlt: un escritor del futuro - Suburbano

Roberto Arlt: un escritor del futuro - Suburbano


En torno a Roberto Arlt circula la polémica de que era un mal escritor. Esa polémica, elaborada desde el entorno literario de los amigos de Borges, y alimentada por el propio escritor, que reconocía haber aprendido mediante las malas traducciones de los clásicos que abundaban en la Argentina de la época, ha llegado hasta nuestros días. No hace tanto tiempo que enfrentó a Ricardo Piglia, máximo valedor contemporáneo de Arlt, con Roberto Bolaño, que en uno de sus ensayos, reunidos por Anagrama en Entre paréntesis, consideraba que Arlt no estaba a la altura de poder compararse con Borges, justo lo contrario de lo que defiende el narrador de Piglia en un pasaje de Respiración artificial.

Para juzgar por sí mismo, uno lee a Arlt, concretamente, Los lanzallamas, segunda parte de Los siete locos, en donde se narra el desenlace de ese grupo de desquiciados a partir sobre todo de los movimientos de Remo Erdosaín: el inventor asesino. La novela se acaba de reimprimir junto a su primera entrega por la recién aparecida editorial Piel de Zapa. Allí, ciertamente, uno encuentra pasajes terriblemente escritos, como “se preguntó qué era lo que buscaba en aquella casa terrible, sin sol, sin luz, sin aire, silenciosa al amanecer y retumbante de ruidos de hembras en la noche” (33), además de las intempestivas notas del comentador, que rompe el ritmo de la lectura al intentar explicarlo todo, por no hablar de los errores de composición que se detectan pese a tratarse de una ficción que se estructura en torno a una crónica.

Y sin embargo, qué fuerza embriagadora se encuentra en esa escritura, en la construcción de los personajes, en sus monólogos y anhelos. Cómo se observa que el autor se empapó de Dostoievski, ya fuera buena o mala la traducción del ruso que cayó en sus manos. Solo con eso se defendería el texto por sí mismo. Pero es que hay mucho más, empezando por las conexiones, como la de esos diálogos duros y muchas veces inverosímiles, como el que protagonizan el Astrólogo e Hipólita y con el que se inicia el libro, con Rayuela, lo que transforma el texto en precedente, además de serlo por el excelente uso del lunfardo de que hace gala el cronista del relato, aunque no se trate de un lunfardo impostado, como el que desarrollaba Borges y por momentos Cortázar, sino de lengua barriobajera en estado puro, pues si algo se destila de las páginas de Los lanzallamas, es que el autor conoce a la perfección el mundo del que surgen sus personajes, algo que no podemos decir desde luego de Borges, siempre escribiendo desde lo paródico.

La novela no puede considerarse en mi opinión de realista, pues es tal la angustia que viven los personajes, y tan extremas las situaciones a las que se abocan, que más que de novela realista debemos hablar de novela existencial y hasta psicológica; incluso de novela heredera del diecinueve latinoamericano, porque todos los personajes viven en su torre de cristal y porque Remo recuerda mucho al Cacio de La raza de Caín. También de novela política, muy política, tanto que las palabras del Astrólogo recuerdan a los personajes del teatro existencial de Sartre. Pero sobre todo, de novela total, de novela que bebe mucho de las vanguardias históricas, en donde se describen de forma literaria los mismos elementos que conforman la narración, desde las profecías de Nostradamus hasta la máquina de gas que persigue Erdosaín, ese terrible personaje que acapara la acción, aunque el pensamiento lo acapare el Astrólogo y la mala fama el Rufián Melancólico—que apelativo tan hermoso y terrible al mismo tiempo—. Hasta el punto de que, pese a las irregularidades mencionadas, la novela alcanza en contraposición momentos sublimes, como: “El gato tendría ganas de pasear, salió, vaya a saber dónde anduvo metido. Para eso es gato. Y al volver, como encontró la puerta cerrada, esperó a su patrón. El gato tiene al hombre… pero al hombre ¿quién le abrirá la puerta misteriosa? (184),


Y todo eso, lectura incluida, se justifica cuando la persona lectora descubre que la novela fue escrita en tiempo récord y recuerda el prólogo con el que el autor iniciaba el texto y en donde afirmaba que escribir suponía para él “un lujo”, pero que terminaba diciendo: “Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes […] A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga pero… mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932./ Y que el futuro diga” (9).

viernes, 4 de septiembre de 2015

La conexión "Challenger" - Nagari Magazine

La conexión Challenger - Nagari Magazine


Siempre pensé que la ciudad de Miami era para la literatura escrita en castellano, a diferencia de para la literatura escrita en inglés, un territorio ideal para ser narrado desde la ciencia ficción. Entre otras cosas porque es un territorio que choca al hispanohablante cuando aterriza y observa esos rascacielos y los trenes circulando entre esas torres en unas calles donde se escucha el castellano de forma mayoritaria aunque con diversos acentos. Dado que este es un paisaje inexistente en las urbes iberoamericanas, el hispanohablante se encuentra de pronto en un entorno que le parece sacado de un Blade Runner tropical. Guillem López debe haber tenido una idea parecida, porque la novela Challenger, publicada en Aristas Martínez, narra precisamente el desastre del transbordador del mismo nombre, que tuvo lugar en 1984, desde la óptica de los habitantes de Miami, y lo hace con una perspectiva influida claramente por la ciencia ficción y la fantasía.

La novela, escrita a partir de 73 fragmentos, los 73 segundos que se mantuvo el transbordador en el aire hasta el momento de su explosión, se estructura como una red en que se entreteje las vidas de los personajes que pueblan el Miami de los cubanos, pero también de los “gringos” que viven en la ciudad y trabajan en la NASA, o en el Hospital Central de Miami, con la explosión del transbordador espacial.

Pese a un arranque cargado de tópicos y personajes estereotipados extraídos de la visión que tenemos en España del “American way of life”, a veces sin experimentarlo, la novela remonta el vuelo en la mitad porque mantiene intactas sus dos virtudes en todo momento:

  1. La potente apuesta estética que conecta a todos los personajes mediante una red de interacciones invisibles en donde todo está conectado y que el texto justifica a partir de teorías científicas (los universos paralelos, la teoría de sistemas dinámicos), pero también de la magia y la fantasía.
  2. El enorme talento del autor al escribir imágenes de terror o tramas fantásticas, además de dominar al dedillo las referencias de la cultura pop.

Así, al alejarse del realismo y dar voz a los perros o a los encendedores, la novela enriquece su mensaje y potencia su apuesta fantástica, que podría exponer de muchas formas, pero que resumiré con una cita extraída como consecuencia de la explosión del transbordador espacial al principio y alerta al lector de lo que se encontrará, y que cuando se pone en práctica desde el género fantástico, se aleja de la previsibilidad de algunos fragmentos iniciales:  

Trescientas mil personas no le darán importancia alguna; un técnico llamado Neill derramará su taza de café al acercarse a la pantalla y perderá su empleo; una jubilada de Miami, llamada Meg, creerá haber visto el rostro del diablo, al igual que un predicador de Salt Lake City con el que no tiene relación alguna y otras setenta y tres personas anónimas de las cuales, una, se suicidará; Edward Clark, en su apartamento, numero 73 de Shakleton Road, en Kennesaw, Georgia, apagará la televisión y retornará a la lectura de El corazón de las tinieblas; mientras que Lloyd Frances, en Graffton, Masschusetts, saldrá a dar un paseo y resbalará en el hielo de la entrada, con tan mala suerte que se romperá tibia y peroné en la caída; ochenta y seis personas relacionarán la extraña interferencia en la señal con el desastre del transbordador espacial Challenger que tendrá lugar casi a la misma hora. De ellas, siete padecerán extrañas pesadillas esa misma noche; dieciséis lo contarán de forma suspicaz a su familia durante la cena; una descubrirá que está preñada; dos sufrirán un infarto en los tres días siguientes; veinte jugarán a la lotería y solo uno resultará agraciado con un premio de tres millones doscientos sesenta mil dólares que le costará su matrimonio y con el que comprará el flamante Ferrari Testarossa en el que morirá, durante la Nochevieja de mil novecientos ochenta y siete, en Santa Bárbara, Caifornia (35-36).

Cabe remarcar que, al situar la acción en la década de 1980, el autor puede recuperar buena parte del imaginario de la Guerra Fría, que había quedado un tanto olvidado en la literatura española reciente que utiliza a la ciencia como un referente cultural. En este sentido, ha sido muy grato reencontrarse con espías rusos o con referencias a la CIA después de tanto tiempo.


Sin embargo, lo que más celebro es que el autor implícito de la novela haya considerado a Miami como un territorio idóneo para desarrollar una serie de tramas relacionadas con la ciencia ficción y la fantasía. Debo confesar que no conocía a Guillem López. Y creo poder asegurar que él no conocía nada sobre mi teoría acerca del Miami hispano, así que debe haber sido una de esas conexiones inexplicables lo que debe haberse puesto en fase.

martes, 1 de septiembre de 2015

Congrés sobre ciencia i ficció a Barcelon. Cap allà anem:

Dimecres, 2 de setembre
Barcelona, Institut d’Estudis Catalans.
9.30-10h Lliurament de documentació.
10-10.15h Presentació congrés.
10.30-11.30h Conferència inaugural.
Laura Borràs (ILC), Lletres i tecnociència.
11.30-12h Descans.
12-13.30h Comunicacions Àmbit 1: Ciència i ficció
– Jessica Aliaga (CUD, UniZar), Trauma and Memory Studies of Alien Abductions: Whitley Strieber’s Communions, a Case Studi.
– Xavier Duran (TV3), Trasplantaments: literatura empeltada de rigor i de fantasia.
15.30-17h Comunicacions Sessió doble Àmbit 1:
– Juan Marcos Bonet (UV) , Los estereotipos del magnetizador en la literatura de ficción.
 Anna-Maria Corredor (UdG), Una visió de la ciència en “Les travailleurs de la mer”, de Victor Hugo.
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 Giulia Rispoli (EHESS), To Mars and Back: The Science–Fiction Interface in Russian Interplanetary Utopia In his science-fiction novels “Red Star” (1908) and “Ingegner Menni” (1913).
 J. Miró (UdG), M. Moreno (UPC), Ciència i tècnica en els relats d’Edgar Rice Burroughs.
 Pedro Fernàndez (University College Cork)Manuel de Pedrolo and the Philosophy of Time and Space.
17-17.30h Descans.
17.30h-19h Comunicacions  Sessió doble Àmbit 1:
– Sergi Monteagudo Cosgaya (prof. secundària) i David Castejón Ferrer (graduat en Criminologia)Transhumanisme: El futur de l’espècie humana?
 Rocío Vanesa Ramírez González (UNIR), Singularidad: autoconciencia artificial en el pensamiento ciencia ficcional.
 Saba Razvi, PhD (University of Houston-Victoria), Biopunk Bodies and the Biopolitical in Motion: Posthumanist and Biopolitical Issues in Paolo Bacigalupi’s “The Windup Girl”.
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– Sara Díez Santidrián (UB) i José Luis Villanueva-Cañas (PRBB), Hibernació humana: ciència i ficció.
– Jorge Molero-Mesa, Ignasi Medà, Mònica Alcalá-Lorente i Carlos Tabernero (CEHIC),El imperativo científico-técnico en “Night of the living dead” (G.A. Romero, 1968).
– Carlos Manuel Gámez Pérez (University of Miami), Fe en la ciència a l’Espanya de la posmodernitat: “Tokio ya no nos quiere” de Ray Loriga.
Dijous, 3 de setembre
9.30-11h Comunicacions Sessió doble Àmbit 2: Condició humana i cosmos
– Rubén Cenamor (UB)Imagining a New World After WWII: Alternative Masculinities in 1950s Science Fiction.
– Sara Martín Alegre (UAB)El monstre (masculí) “hard-boiled”: La ficció de detectius i la ciència-ficció a la novel·la de Richard Morgan Black Man (2007).
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– Luis J. Conejero-Magro (UEx), Possible Science and Plausible Fiction in Apocalyptic English Literature, and its Rendering into Spanish.
– Jasmin Wrobel (Freie Universität Berlin), Diálogos cosmopoéticos en la obra de Haroldo de Campos.
11-11.30h Descans.
11.30-13h Comunicacions Àmbit 3: La CF dins l’àmbit docent
 Estelle Blanquet i Éric Picholle (Université de Nice Sophia-Antipolis)An Alternative
Strategy in Science Education: Bypassing Classic Epistemological Obstacles Through Science Fiction.
– Ugo Bellagamba, Estelle Blanquet,  Jean-Luc Gautero i Éric Picholle (Université de Nice Sophia-Antipolis) An Interdisciplinary Approach to SF Studies : the Nice Way. 
 Antoni Hernández-Fernández (UPC), Ciencia-ficción en materiales educativos para la  enseñanza de las ciencias y la tecnología.
15.30-17h Comunicacions Sessió doble Àmbit 3:
– Xavier Ferré Trill (URV), Ficció com a recurs civicopolític pedrolià: “Terra prohibida.”
 Joandomènec Ros (UB/IEC), Aprendre ecologia amb els llibres de… ciència ficció.
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Àmbit 4: C i F fora del llibre
 Enric Pérez Canals (UB), L’heliocentrisme i el principi d’incertesa a escena
– Jaume Valor i Montero (UPC), La representació de l’arquitectura en les distopies cinematogràfiques.

17-17.30h Descans.
17.30h-18.30h
Conferència Carme Torras (UPC), Confluència de ciència i ficció en la robòtica actual.
18.30-20h Visita a la Biblioteca de Catalunya.
Divendres, 4 de setembre
9.30-11h Comunicacions Àmbit 4:
– Mònica Alcalá-Lorente (UAB), Mecanismos científico-técnicos de control social en “La jetée” (Chris Marker, 1962).
– Carlos Tabernero (CEHIC)Cine, ciencia y ficción: la máquina de Stanley Kubrick.
– Marta Heberle (IRSA, Adam Mickiewicz University)Science Fiction becoming reality: the strange encounters of bio art.

11-11.30h Descans.
11.30-13h Comunicacions  Àmbit 4:
 Josie Swarbrick (UAB), Instable Masculinities in District 9.
– Toni Pou (Periodista científic), Ciència en sèrie. Com les sèries de televisió utilitzen la ciència per modelar la forma narrativa pròpia del segle XXI.
– Manuel Moreno (UPC) i Joan Miró (UdG), De Tintin a Darkness: eclipsis reals i de ficció
13.30h Brindis de clausura.
Dissabte, 5 de setembre
Vilanova i la Geltrú, Museu Víctor Balaguer.
11-12-30h Conferència de clausura.
Jean-Pierre Laigle (escriptor), La vie dans la haute atmosphère

14.00h Dinar de comiat.


miércoles, 26 de agosto de 2015

CHARLA CON LUIS FELIPE LOMELÍ

Con Luis Felipe Lomelí, la gente de La Pereza Ediciones y Maria Gracia Pardo en University of Miami.

Buen acto con un gran escritor, excelente orador y mejor persona.




jueves, 20 de agosto de 2015

La red Bolaño - Suburbano

La red Bolaño - Suburbano


Mucho se ha hablado de Los detectives salvajes, la célebre novela del también célebre Roberto Bolaño. Se ha hablado de la vitalidad que desprende, que llevó a muchos jóvenes a iniciarse en la literatura tras leer esa novela; del sino de los poetas latinoamericanos, comparable al sino de los simbolistas franceses del siglo XIX; del carácter posmoderno de la obra, con una estructura rizomática, en red pero sin centro. Excepto del último punto y su carácter formal, no hablaré de nada de eso en esta entrada.

En el vídeo que acompañaba al magnífico volumen de ensayos Bolaño salvaje (Candaya, 2008), coordinado por Edmundo Paz Soldán y Gustavo Faverón, Rodrigo Fresán advierte de que la fascinante biografía personal de Bolaño puede apantallar la importancia de su obra. Han pasado más de doce años desde la muerte de este genio de las letras y, aunque su figura sigue obnubilando, es su obra lo que se mantiene para los que disfrutamos de su escritura. De ella será de lo que hablemos.

En una columna dedicada a la estética del enlace, publicada hace ya tiempo, quien esto escribe mencionaba la obra completa de Bolaño como uno de los ejemplos de esa estética contemporánea del enlace, o lo que es lo mismo, de la interconexión sistemática y generalizada de contenidos. Hacía esa observación después de presenciar la exposición “Archivo Bolaño”, comisariada por Ignacio Echevarría. Un libro como Los detectives salvajes, elevado a los altares de la literatura posmoderna contemporánea y narrado a partir de esa escritura rizomática antes mencionada debería contradecir mi hipótesis. Pero una lectura detallada del libro confirma mis palabras y demuestra que ese rizoma, estructurado a partir de complejas y potentes simetrías envuelve toda la obra del autor chileno, dándole otra significación.

Es cierto que a Bolaño se le ha calificado como el gran escritor posmoderno en lengua española por el uso de estructuras rizomáticas, por la fragmentación de sus obras y por el carácter metaficcional de sus tramas, protagonizadas por escritores en la mayor parte de los casos. Los detectives también cumple esas premisas, al narrar la historia de un grupo de poetas que pretenden fundar un movimiento literario en el México de la década de 1970 como si fuera una novela policíaca. Pero esas características no son óbice para que encontremos muchos enlaces entre la novela y otros textos de Bolaño. No solo me refiero a la aparición de Auxilio Lacouture, narradora de Amuleto, testimonio único del capítulo 4 de la segunda parte de Los detectives salvajes. En el libro nos encontramos también con el escritor francés Arcimboldi (170), primer intento de materializar al escritor alemán Benno von Archimboldi, el protagonista de la trama metaliteraria de 2666 junto con los desiertos de Sonora, que también figuran en Los detectives salvajes cuando los protagonistas se lanzan a la búsqueda de Cesárea Tinajero, la primera poeta del realismo visceral. De hecho, existen paralelismos notables con la otra gran novela de Bolaño, como la mención a Santa Teresa (408), la ciudad imaginaria en donde se desarrollará la acción principal de una de las partes de 2666, del que la propia Tinajero apunta el título: “allá por el año 2600” (596), hasta el punto de observarse una simetría creativa. En este sentido, muchos son los críticos que han tratado de explicar la novela póstuma del escritor chileno en una búsqueda a veces infructuosa. Por eso se ponen los pelos de punta cuando, al llegar a la página 397 nos encontramos que: “el meollo de la cuestión es saber si el mal (o el delito o el crimen o como usted quiera llamarle) es casual o causal. Si es causal, podemos luchar contra él, es difícil de derrotar pero hay una posibilidad, más o menos como dos boxeadores del mismo peso. Si es casual, por el contrario, estamos jodidos. Que Dios, si existe, nos pille confesados”, que es a mi entender el tema principal de 2666.

Lo más interesante del caso es que las conexiones no se circunscriben solo a las dos grandes novelas de Bolaño, o a una secuela de Los detectives salvajes, como es Amuleto. También se extiende a otras piezas menores como el relato “Clara”, publicado en Llamadas telefónicas, que surge de una supuesta relación sentimental autobiográfica de Arturo Belano, y que en Los detectives se cita de forma parcial y con un desenlace distinto a través del testimonio de María Teresa Solsona Ribot (511-525). Son estos enlaces los que me permiten afirmar, dado el breve tiempo en que Bolaño desarrolla la mayor parte de su obra (entre 1996 y 2003, la fecha de su muerte), que ésta ya se encuentra más o menos desarrollada en su mente y es una imagen TAC de esta, aunque es cierto que también sufrirá variaciones en el momento de concretarse en el negro sobre el blanco de la página.

En este sentido, si comparamos la obra de Bolaño con las posmodernidad tardía, en particular con la cinematografía de Quentin Tarantino, autor canónico de la posmodernidad fílmica, y más concretamente, con su película bélica: Inglourious Basterds (Malditos bastardos en España), en este film encontramos los elementos tópicos del posmodernismo tardío. En especial, el desinterés por el realismo, el uso del pastiche, el gusto por los géneros y la inclinación por la parodia. A Tarantino lo que menos le importa es el rigor histórico de la película. Prefiere decantarse por el juego metaficcional. Esto se observa a las claras en el tercer capítulo de la película: “German Night in Paris”, donde toda la trama es cinematográfica hasta la inversosimilitud (difícilmente se sustenta desde el realismo que una judía adolescente huida de la Lorraine acabe regentando un cine ella sola en el París ocupado en tan solo tres años). Pero eso no le importa en absoluto a Tarantino, y la historia se aguanta bien porque en todo momento se ha narrado desde esa perspectiva y el espectador está preparado para las menciones a directores alemanes de cine y al cine bélico norteamericano.

Podemos hacer un paralelismo entre Inglourious Basterds y Los detectives salvajes. Ambas, se sustentan por una trama meramente metaficcional. Pero los enlaces que se observan en Los detectives con el resto de la obra de Bolaño brillan por su ausencia en la película de Tarantino pese a que este sea autor de una extensa obra. La película de Tarantino es claramente posmoderna, Los detectives resulta ser una obra más que posmoderna, pues anticipa toda la obra futura de su autor, desde su otra gran novela: 2666, hasta algunos de sus relatos menos comentados. Se puede afirmar que toda la obra de Bolaño está conectada por una red de personajes, motivos, ciudades… Y de esta forma, el autor construyó un gran relato de su contemporaneidad a partir de relatos parciales y fragmentarios de distintos géneros y estilos, lo cual es significativamente distinto al posmodernismo canónico.

lunes, 10 de agosto de 2015

Un nuevo paradigma para el arte desde Latinoamérica - Nagari Magazine

Un nuevo paradigma para el arte desde Latinoamérica - Nagari Magazine


No todos los días se encuentra uno con una novela que desde la tradición literaria internacional más excelsa y académica, la que conforman nombres como Thomas Pynchon, Vladimir Nabokov o Cervantes—nítidamente anglosajona en los últimos tiempos—, haga una propuesta claramente latinoamericana. No es normal tampoco que una editorial apueste por una novela así, difícil, culta—tan culta que tiene índice onomástico al final del libro, como un texto académico—, en los tiempos mercantiles en los que vive el mundo editorial. En una extraña conjunción de los astros, ambos hechos han tenido lugar con la publicación de Okigbo vs. las transnacionales y otras historias de protesta, del mexicano Luis Felipe Lomelí, publicado por la editorial La Pereza de Miami, y que el autor tendrá a bien presentar el próximo 22 de agosto en la ciudad de los editores.

La colección de historias que conforman la novela (así podemos considerar al libro) narra, de una forma compleja, con numerosas digresiones y continuas y extensas notas al pie, la biografía de Okigbo Richardson ‘Ndajeé, profesor de la universidad de Iowa que se enfrenta a los grandes poderes económicos contemporáneos y acaba desapareciendo en extrañas circunstancias.

En la novela se tratan todos, y digo bien, todos los temas clave del pensamiento contemporáneo. Desde el nuevo orden económico y la lucha de los grupos de resistencia contra estos poderes, hasta la historia y la filosofía de la ciencia, y es de ese hecho de donde extraigo que nos encontramos frente a un escrito culto, aunque no exento de humor e ironía, como cuando hace referencia al “formato digital, pues es menos contaminante” (42), o en los deslices de Okigbo con su sobrino Lincoln y otros muchachos que aparecen en la narración, siempre desde el supuesto diario del protagonista principal.

Como texto heredero de la literatura más literaria, la narración tiene un complejo juego de narradores, como Søren Van Dyke Sechenhaye, editor de la obra de Okigbo de origen congoleño y residente en Europa—como ven, el juego con los nombres de origen occidental es irónico e importante—, el traductor: Bally Rodriguez, o el propio Lomelí, que se erige en corrector de estilo de la obra, que es lo que al final somos todos los escritores. Estos tres personajes se reparten el protagonismo de la narración junto a Okigbo desde la portada, donde aparecen los cuatro como autores, y continúa en el aparato de notas donde los tres conformadores del relato biográfico se comunican y nos muestran la imposibilidad de narrar la verdad de un suceso. Además de hacer un guiño al pensamiento latinoamericano frente a los grandes centros occidentales gracias a que dos de las voces artífices de la narración provienen de allí. Y digo latinoamericano y no hispanoamericano, porque después de la reflexión sobre el uso de la palabra “papalotes”, al lector le queda claro que en el texto también subyace una critica a cualquier tipo de colonialismo, incluido el español.

En este sentido, para qué negar que me ha entusiasmado la crítica a esa Catalunya que repudia lo multirracial aunque el supuesto corrector Lomelí acabe viviendo en Siurana. Y también la fina ironía que los múltiples autores implícitos desarrollan con algunos elementos de la cultura pop (“Harmony of All the Living (HAL)” [58]). Pero el tema real del libro es el papel del arte en la sociedad contemporánea, y cómo este queda secuestrado por ciertos intereses: “para muchos de los visitantes, el arte sólo era arte si alguien así lo afirmaba” (122). En el libro encontramos una crítica sistemática al pensamiento occidental. Pero la ironía con que los narradores van presentando la obra ensayística de Okigbo impide que se trate de una novela de tesis que pretenda sentar cátedra. Al contrario, nos encontramos con un texto heredero de la posmodernidad pero netamente latinoamericano que propone un nuevo paradigma para el arte. Nada menos.

lunes, 20 de julio de 2015

La autoconciencia literaria de Óscar Gual - Suburbano

La autoconciencia literaria de Óscar Gual - Suburbano


Solo comprendiendo la profundidad de la crisis económica que hemos sufrido (y aún estamos sufriendo) en los últimos años, y las consecuencias que ha conllevado para el mundo editorial español, que se han traducido en el cierre de editoriales, la eliminación de premios o la publicación únicamente de fórmulas conocidas como la novela negra escandinava, se entiende que haya novelas como Los últimos días de Roger Lobus, de Óscar Gual, que hayan necesitado de tanto tiempo para ver la luz. Por suerte, ahí está la editorial Aristas Martínez, que ha sabido no solo sobrevivir sino también crecer en estos años difíciles, para poner fin a esa sequía creativa con una apuesta editorial y un catálogo muy motivadores.

Óscar Gual no es un recién llegado. Es un autor de trayectoria sólida con dos novelas a sus espaldas (Cut and Roll [2008] y Fabulosos Monos Marinos [2010], ambas en DVD), una nouvelle escrita a cuatro manos con Robert Juan-Cantavella (El corazón de Julia [Morsa, 2011]) e infinidad de relatos en numerosas antologías. Y puedo decir sin ánimo de exagerar que Los últimos días de Roger Lobus, trasunto de continuación de su anterior novela en el universo particular de Sierpe, la ciudad erigida sobre los restos de un centro penitenciario (18), es su mejor novela.

La apuesta por ese universo personal vertebra el libro. Pero además, ya en Fabulosos Monos Marinos apuntaba Gual a profundas reflexiones escondidas tras un tono jocoso. En esta nueva entrega continúa por esa línea con un posicionamiento que puede ser muchas cosas menos ingenuo, con el añadido de que el autor implícito se enfrenta a un drama autobiográfico: la muerte del padre, y lo que eso supone en nuestra sensible percepción del mundo: el paso del tiempo y la vulnerabilidad de la condición humana frente al juego de las apariencias sociales. Así que siguiendo con su apuesta estética, en donde la literatura se entremezcla con pensamiento, tecnociencia, ciencia ficción, deporte, videojuegos, lumpen, drogas y rock & roll, Gual encara los grandes temas y los trufa de crítica literaria y cultural sin que el lector deje de reírse o de reflexionar, según el caso, gracias al uso de personajes rotundos, como Carlos Manrique de la Santa Delgado. En este sentido, tras una capa de supuesta vulgaridad, se esconde un autor con un saber enciclopédico.

La novela se estructura a partir de los cinco últimos días de Roger Lobus, un testaferro local de Sierpe, en el hospital. Es su hijo, Junior, un muchacho con un tenebroso pasado que nos permite conocer a todo tipo de extraños personajes, quien narra los hechos en un tono inicial de sátira política. El uso del tiempo es muy remarcable en el libro, pues el lector se sumerge en largas digresiones, no solo hacia el pasado, también hacia el futuro, mientras permanece en el presente de la clínica donde se encuentra Roger Lobus. La estancia en el hospital es delirante, no solo por el estado físico de Roger y el estado mental de Junior, sino también porque esa es la propuesta del autor en esta novela para poder introducir también las reflexiones y observaciones del autor implícito, y solo el tratamiento del tiempo en el relato le permite al autor hacer cristalizar esta ambiciosa propuesta que se interroga por la esencia de la condición humana en una novela que se explica a sí misma.

lunes, 13 de julio de 2015

REGENERACIÓN DE LAS FORMAS ESTÉTICAS EN LA LITERATURA ESPAÑOLA - ALCES XXI: LA PRESENTACIÓN

Aquí les dejo el enlace de la presentación del panel: “Regeneración de las formas estéticas con el uso de la ciencia y la tecnología en la literatura española contemporánea” que desarrollamos en el marco de las III Jornadas ALCESXXI en Soria con la intervención de Germán Sierra, Javier Moreno, Marta del Pozo y Marcos García:



Fue un placer escucharlos a todos y disfrutar de la participación del público.

jueves, 2 de julio de 2015

La literatura nacional acaba en los Pirineos - Nagari Magazine

La literatura nacional acaba en los Pirineos - Nagari Magazine


Pese al mucho revuelo mediático que ha creado, la última novela de Michel Houellebecq: Sumisión, es un buen texto. Al menos es más inteligente que polémico. El libro se sustenta en una elipsis estructural magnífica; y la construcción del personaje del narrador y sus complejas relaciones con sus progenitores, que son el motor que impulsa al desenlace final, está muy correctamente elaborada. Bien es cierto que nos encontramos con ciertos tics propios del autor, como las explícitas escenas sexuales, la crítica sistemática al pensamiento que surgió del mayo del 68 francés o las reflexiones de un intelectual de derechas. Solo a partir de ahí se presenta el conflicto que parece existir entre el islamismo y la sociedad francesa: “estallará necesariamente una guerra civil entre los musulmanes y el resto de la población”.

Contra lo que cabría esperar, el autor introduce ese tema con delicadeza, mediante un narrador que es profesor de universidad y especialista en Joris-Karl Huysmans, escritor francés del siglo XIX conocido por su repudio de la modernidad y su conversión final al cristianismo. Así que la novela, más que hablar del conflicto cultural con el Islam, habla de los problemas que subyacen a una sociedad que ya no cree en nada, cuya última estación es el descreimiento de la generación del 68. De ahí que el narrador viva en completa soledad pese a sus varias amantes, y tenga una existencia para la que no encuentra sentido, cuyos culpables son esos supuestos progresistas multiculturales: “los votantes de la Hermandad Musulmana procedían en un 99 % del Partido Socialista”.

Claro que la novela contiene un discurso en torno a la islamofobia. Pero es una construcción sutil elaborada mediante dos estrategias que lo alejan del panfleto. La primera es la mención del narrador y de algunos personajes a referentes que apelan al cristianismo medieval y al concepto de invasión, sin hacer una crítica frontal del islamismo contemporáneo. Ejemplos de ello serían la “iglesia fortificada construida para resistir los ataques de los infieles”; el hecho de que “Carlos Martel derrotó a los árabes en Poitiers en 732 y detuvo así la expansión musulmana hacia el norte”; las menciones a la gran civilización que fue la cristiandad medieval o la cita a la Chanson du Roland.

La segunda es poner los comentarios más polémicos siempre en boca de otros personajes creados con una aureola controvertida, como Lempereur, antiguo miembro de los “Indígenas Europeos”, que básicamente son un grupo de tipos xenófobos que afirman: “somos los indígenas de Europa, los primeros ocupantes de esta tierra, y rechazamos la colonización musulmana”. Pero que acaba la frase diciendo: “rechazamos igualmente a las empresas norteamericanas y la compra de nuestro patrimonio por los nuevos capitalistas llegados de la India, China, etcétera”. Y el lector se podrá indignar con la muy neutra calificación de identitarios para estos tipos sospechosos, aunque se encontrará en pocas páginas con esta afirmación: “no éramos ni racistas ni fascistas, o sí, para ser honesto, algunos identitarios no estaban muy lejos de ello”, que lo pone todo en su sitio.

Así, si el problema es el choque entre la laicidad y el Islam de una Europa que se suicida, como certifica el narrador en su visita al bar del hotel Metropol de Bruselas y con la afirmación: “el verdadero enemigo de los musulmanes, lo que temen y odian más por encima de todo, no es el catolicismo: es el secularismo, el laicismo, el materialismo ateo”, entonces, por qué lo resuelve el autor desde un punto de vista nacional, con referencias literarias siempre de la tradición francesa, como Huysmans y sus contemporáneos, hasta el punto de que gracias a que en Francia triunfa el islamismo moderado, el país se convierte en el nuevo centro de la Unión Europea con la entrada en la misma de los países del Magreb y Turquía.

No puedo dejar de leer con ironía la chauvinista afirmación del narrador: “habrá una propuesta de directiva imponiendo el francés, paritariamente con el inglés, como lengua de trabajo de las instituciones europeas”, que es lo que verdaderamente interesa a la ciudadanía francesa. Pero también con tristeza, en especial, cuando estamos hablando de un autor, como Houellebecq, que revolucionó las letras francesas con su reivindicación de la ciencia ficción y el inglés Aldous Huxley en Las partículas elementales. Un autor tan inteligente que curiosamente es capaz de hacer decir a su narrador: “no estaba muy convencido de que la república y el patriotismo hubieran podido “dar lugar a algo”, aparte de a una sucesión ininterrumpida de guerras estúpidas”.

Parece que desde que ha vuelto a residir en Francia el autor se ha olvidado de que existe un corpus literario europeo que se inicia en Rabelais y Cervantes. Parece que se olvide de que dos de los nombres reales que más critica: Manuel Valls y David Pujadas, no tienen apellido francés sino catalán (el primero es efectivamente catalán de nacimiento). Para el narrador todo el problema es nacional (en el arcaico sentido que da el estado-nación, y que lo que más le preocupe sea que “[L]a verdadera agenda de la UMP, al igual que la del PS, es la desaparición de Francia, su integración en un conjunto federal europeo”.

Está claro que uno de los grandes obstáculos para la creación de un proyecto común europeo es el chauvinismo de los distintos estados miembros, y el francés es uno de los estados que más pecan de eso. Posiblemente ese sentir ha llegado a la literatura de Houellebecq. Pero la verdad, difícil lo tiene Francia para solucionar un problema de esta envergadura por sí sola. De la misma forma que la modernidad fracasa en España porque es un estado construido en torno a la fe única y a la Reconquista, que unifica en torno a un credo y expulsa a los herejes, y esa relación entre la identidad nacional y la fe católica hace fracasar todos los intentos de modernizar el país, Francia se refunda tras la Revolución Francesa en la laicidad como elemento identitario nacional básico tras un siglo de haberse desangrado por culpa de las guerras de religión que dividieron al país muchas veces entre católicos y hugonotes. Así que en mi opinión, ese intento de recuperar la espiritualidad está condenado al fracaso, al menos si se realiza en clave nacional, de la misma forma que intentar reconstruir ahora las literaturas nacionales en cada estado en una Europa global está condenado al fracaso, aunque ese intento produzca novelas inteligentes.

sábado, 27 de junio de 2015

III JORNADAS ALCESXXI: Sesión sobre ciencia, literatura y cultura en España

III Jornadas ALCESXXI, Soria. Miércoles, 8 de julio de 2015.


Aula Magna Tirso de Molina

9:30-11:30: “Regeneración de las formas estéticas con el uso de la ciencia y la tecnología en la literatura española contemporánea”. Organiza Cárlos Gámez, con la participación de Carlos Gámez (escritor y estudiante graduado, Univ. of Miami); Marta del Pozo (académica y poeta, Boston College); Germán Sierra (escritor y doctor en medicina); Javier Moreno (escritor y licenciado en matemáticas), Marcos García (gestor cultural, director de MediaLab Prado)