viernes, 3 de noviembre de 2017

Feliz hallazgo - Nagari Magazine

Feliz hallazgo - Nagari Magazine

Utilizo este espacio que me otorga Nagari para mencionar la aparición de un nuevo lugar literario: La Moderna, una librería virtual que es a la vez editorial, obra de David Matías, académico, editor y escritor, que celebraré mediante la reseña de uno de los libros que nos ofrece. Hablo de Ojos que no ven, corazón desierto, de la mexicana Iris García Cuevas.

El libro es una colección de 12 relatos que, según la sinopsis que aparece al final del volumen a modo de nota informativa, resulta de una reedición de la obra tras haber incorporado dos nuevas piezas: “Destino trágico” y “Tampoco esta noche”. No sé cómo serían las críticas tras la primera edición del libro, de 2009, dotada en aquel caso de 10 cuentos, pero debo confesar que hacía mucho tiempo que no me enfrentaba a un escrito con un afán de totalidad de la sociedad mexicana contemporánea como este. Para ser exactos, no me sucedía algo así desde que leí Los esclavos, de Alberto Chimal, que era una novela alegórica. Pero en formato de colección de relatos, debo remontarme al muy celebrado La casa pierde de Juan Villoro. Cabe ser ecuánimes. El de Villoro era un libro que anunciaba su madurez como escritor, que acabaría culminando con el éxito que supuso la obtención del Premio Herralde en 2004. La de García Cuevas es una obra que, pese a notables destellos de estilo —en especial, el último de los relatos: “Designio”, un cuento fantástico sobre el deseo y el destino en la vida cotidiana, que se resuelve con elementos de física teórica (p. 58), y citas al realismo mágico (p. 56)—, nos muestra a una escritora que se está haciendo, que ha tomado un muy buen trayecto para llegar adonde se ha propuesto, que es capaz de hilvanar símiles de una hermosura de esta guisa: “como si todavía tuviera diecisiete y la vida aún fuera una promesa” (p. 42), o expresiones como “cuando llega el alcohol se van los caballeros” (p. 34), pero que está en el camino. Viene de la novela negra pero se dirige a otra parte donde los réditos quizá no son tan instantáneos, aunque la recompensa personal sea, a mi parecer, mucho mayor.

Tal vez estas frases sean vacuas, vacías de contenido, porque estoy hablando de un libro que se pensó en más de su 85% en 2009, hace 8 años, y la autora haya redactado ya, o lo esté haciendo en estos momentos, una obra que supere a esta colección incluso en sus intenciones compositivas. García Cuevas proviene de la novela negra y la literatura policíaca, como bien se observa en su currículum. Sin embargo, en este libro, los recursos del policíaco juegan en pro de tramas más complejas, no resolubles según la dicotomía inocente/culpable. Ese hecho, unido a las referencias a la rica tradición fantástica de la literatura latinoamericana y los poliédricos personajes, hace que la persona lectora se encuentre con mucho más que relatos de literatura negra.

Yendo al meollo de la cuestión, el libro arranca con “Ojos que no ven”, excelente muestra del uso del argot por parte de la autora, y de las posibilidades de los recursos de esa literatura negra en otros ámbitos. Es muy buena la estructura de “Río revuelto”, aunque el final rompa la línea de verosimilitud en este lector. Me impresionó el diálogo final de “Gatos pardos”, un relato contado desde una voz extraída del relato negro, el ayudante del comisario. Ya por ese diálogo merece la pena leer el cuento. La voz coral que rige en “Mala hierba”, acompañada del halo de intriga, me recuerda a “A Rose for Emily” de William Faulkner. Sin embargo, el giro final de la voz narradora, aunque brillante, no alcanza el grado de lucidez del creador de la imaginaria Yoknapatawpha, pese a que pienso que este libro no trata de eso, sino del trayecto para llegar hasta allí. En “Buena sombra”, son las cartas del tarot y la predestinación las que construyen el andamiaje de la pieza, que se resuelve con un final abierto que supera el determinismo que supone conocer el futuro. “Destino trágico” es un cuento excelente, pero a mi entender abusa del efectismo. Aunque es muy bueno el recurso de novela negra que resuelve “Tampoco esta noche”, este es otro de los relatos en donde se observa un uso del efectismo que impide que la colección se eleve por encima de su ya muy notable nivel literario.  “Un poco de cariño” desgrana, con una delicadeza que embelesa, el contraste entre el impetuoso joven virgen y la meretriz experimentada pero olvidada en un rincón del prostíbulo. La idiosincrasia de la clase media se desentraña en “Poliedros conjugados” a partir del desengaño de un matrimonio, mediante el uso del cambio de focalización entre los distintos miembros de la unidad familiar y un sorprendente final. “Sueño de arena” es una pieza terrible y a la vez magnífica de la carga que lleva la mujer mexicana en esa sociedad y los abusos que sufre ya desde niña, narrada de forma excelente con el uso de una falsa primera persona. El final trágico que resuelve el triángulo amoroso que se desarrolla en “Líneas paralelas” da paso a “Designio”, cuento ya destacado que cierra el volumen.

Volviendo a la sensación de totalidad que me ha acompañado en mi lectura, esta se cimenta en la capacidad de García Cuevas de representar a todos los actores de la sociedad mexicana contemporánea. Desde el narco, hasta la mujer que cruza la frontera con los EEUU, pasando por el futbolista de la Liga MX o el realizador cinematográfico en nómina del más inesperado productor. Eso era algo que también encontré en La casa pierde y que he echado en falta en los cuentistas mexicanos que leí recientemente. Estamos hablando de una buena pieza en una nueva editorial/librería que promete, un feliz hallazgo por partida doble.

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